Una lección para la derrota.

La derrota y el dolor muchas veces van de la mano, arrastrando por el suelo toda voluntad de Ser.
Esto lo entendió cuando sintió el golpe en la nariz, y luego recordó todas las horas ensayando eso de que se debe ser técnicamente bueno para pegar como para recibir.
La humedad asomó casi al instante, y con la mano intentó sostener el rojo indicio de que esa batalla estaba perdida y que debía replegar el ímpetu.
También entendió que todo aquello no había durado más de 15 segundos. Alcanzó a lanzar tres o cuatro golpes, pero no se preocupó del acompañante del que enfrentaba.

La derrota y el dolor siempre van de la mano.  

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