Hazte ver
De acuerdo, de acuerdo, de acuerdo…. - le dije esperando
solo en que terminara con el punto.
No es que evite la discusión o el debate de ideas, así
como cuando estaba en la facultad y un par de profesores repetían que “la
democracia se fortalece con un debate que permite el intercambio –uno de ellos
agregaba el adjetivo “dialéctico”- de las posiciones”, pero realmente no es
necesario mantener la misma altura y cuidado cuando se trata de refrendar las
acciones que se realizan en tu vida de pareja.
Yo tengo clara su capacidad, de hecho me enamoró su
profunda fuerza en el planteamiento de sus ideas, la coherencia argumentativa,
una especie de convicción que me permitía nunca perder la atención en los
conceptos, y luego en los gestos subyacentes, y en su cuerpo, claro cuando
llegaba a su cuerpo todo se iba a la mierda, era, como decirlo, una pérdida de
tiempo, las palabras sobraban, estorbaban. Luego de resolver la distracción
corporal todo volvía a las palabras, los conceptos, la poiesis.
Ahora esa misma fuerza que me enamoró me tiene contra las
cuerdas.
Nos refugiamos en las palabras, en la discusión, casi en un
enfrentamiento escalando puntos, rodeando posiciones, estableciendo avances y retroceso,
en un campo de batalla en que se mezclan los egos, las disfunciones
conceptuales, las falacias argumentativas, la retórica casi siempre vacía, y
todo esto me tiene totalmente desgastado.
Salí a fumar. La noche estaba despejada y fresca. El
otoño, pensé en ese momento, es un buen tiempo para buscar cambiar las
circunstancias. Recordé los proyectos de vida, con ella sería distinto,
trascendente, único e irrepetible -de todas maneras lo era, no podría tener
nada parecido a lo que constituía con aquella mujer superior, realmente la
admiro-. Caminé por la calle vacía, qué importa la hora si de lo que se trata
es de despejar la mente y sosegar el corazón.
Inmediatamente pensé en cómo sería la cotidianidad sin
ella y me dio pena, pero luego cambié de perspectiva y pensé lo infeliz que
estábamos siendo en esas eternas disputas que de modo civilizado compartíamos
en discusiones la mayoría de las veces insignificantes. Y luego me di cuenta
que probablemente en ese instante los dos estábamos sintiendo pena, sabía que
ella también repasaba las mismas cosas, lo habíamos conversado cuando estábamos
en paz –la magnífica jugarreta de la reconciliación- y por lo tanto si no dábamos un giro esto
sería como las alegorías mitológicas que nos gustaba utilizar: Prometeo y sus
cadenas, o aun peor, Sísifo y su eterno castigo.
Al fin miré la hora. 3 con 50. Caminé hasta el almacén nocturno
a comprar una cajetilla de cigarros y decidí regresar.
Cuando abrí la puerta del departamento el living y el
comedor estaban a oscuras, solo la iluminación tenue del pasillo daba un tono
de tranquilidad monótona, como una hojarasca que no se resiste a descubrir su
completa inquietud, al fin era otoño y ya se presentía la llegada del invierno.
Me asomé al dormitorio. Silencio. No dormía, no sentía su
respiración de sueño profundo, el mismo que me acompañaba mis madrugadas muchas
veces desvelado. No estaba en posición fetal, sé que le acomoda para descansar,
su cuerpo estaba estirado y acostado hacia su velador en el lado en que
habitualmente duerme. Me senté mirando el suelo, dándole la espalda.
¿Duermes? –silencio.
Hablemos –insistí- después puedes dormir.
Se acomodó mirando hacia el cielo.
¿Qué quieres hablar? –me dijo con voz clara.
Creo que tenemos que terminar con esta costumbre, me sabe
mal tener que salir a caminar arrancando de las definiciones, es desgastante y
nos quita energía. –esperé respuesta.
Suenas maduro, pero en el fondo eres un pendejo –soltó con
esa voz de conferencista que le sale cuando está en posición de prevalecer en
la discusión, y me dio mucha rabia. Y lo que menos quería era sentir algo como
eso.
Podríamos terminar de hablar mañana –continuó- los dos
tenemos muchas cosas por hacer e intentemos descansar…
No –interrumpí- lo hablamos ahora y lo hablamos bien. Basta
de seguir en esto, separémonos definitivamente. Creo que es lo mejor.
¿Lo mejor? ¿Crees que es lo mejor terminar, así como
estamos, suspender todo de una vez por todas por nuestros miedos? La vida no es
fácil para los valientes, y los dos somos muy cobardes para terminar ¿qué te
has creído? Déjate de pendejadas y te vienes a acostar.
Ahora que lo pienso, en realidad me gusta mucho su tono
de mando.
Sabe, creo que usted tiene que darse tiempo.
Bueno, ya es hora. La próxima semana quiero que hablemos
de su relación con las mujeres de su familia.
Oh gracias. Chao, nos vemos la próxima semana.