Reseña: Araucanía: La Violencia Mestiza y el Mito de la Pacificación, 1880-1900. Leonardo León
Uno de los problemas que
presenta la historiografía de cualquier comunidad o grupo social es que sobre
los hechos –eventos significativos de interés colectivo- inevitablemente se
tejen diversas interpretaciones para procesos de los cuales todos,
generalmente, coinciden que ocurrieron.
Por
ejemplo las actos de bandolerismo y violencia generalizada en las últimas dos
décadas del siglo XIX en la zona del wallmapu –la frontera- es de conocimiento
general y así lo describen múltiples muestras de prensa escrita de la región de
aquel tiempo, pero la interpretación de la misma puede verse diversificada de
acuerdo a los intereses de los que exponen los hechos y luego, en la
perspectiva histórica, quienes analizan y construyen el discurso académico y la
“verdad” política de los mismos.
El
profesor Leonardo León sustenta su trabajo en una hipótesis central, cual es
que en el periodo lo que se enfrenta es la “[…] debilidad del Estado chileno, el colapso del gobierno cacical y la
irrupción de los intereses privados.” (p. 12).
Esta
triple condición fáctica opera sobre las estructuras de poder, donde los
actores sociales se ven afectados por medidas políticas en la etapa previa y
que involucran a los mapuche, a la migración no chilena y a los mestizos, estos
últimos como un grupo relevante que generalmente es descrita de manera ambigua
por su naturaleza “fronteriza” entre los funcionarios de estado y colonos
asignados a las tierras “pacificadas” previamente; esto último como una
categoría política que sustenta le élite que habita desde Concepción al sur; y
los mapuche que es el grupo étnico que ha sido derrotado en la llamada
pacificación y que como tal es compensada con políticas estatales más o menos
claras en reducciones y un reconocimiento explicito de un cierto ordenamiento
interno como el ad mapu.
La
triple protagonicidad es desconocida por la memoria
oficial al asignarle un papel
relevante, por supuesto, al mapuche y al chileno. El mestizo es el invitado que
aparece en la representación de la consolidación de estado chileno en aquella
época que es difusamente descrito por las dos fuentes que nutre la
historiografía: la prensa escrita y los archivos judiciales.
Este
actor, que en general es descrito como violento, transgresor, iracundo, de baja
escolaridad, asociado a actividades productivas inciertas es la síntesis del
proceso de traspaso de los habitantes que fueron ingresando al territorio del
wallmapu en los siglos precedentes, y
que no mantienen una identidad nacional clara, una pertenencia que permita
circunscribirlos a un determinado grupo social en el sentido histórico, son
esencialmente trashumante que como tal se mueven permanentemente por la zona.
“Nunca delegaron su soberanía en otros y
cuando se trató de defenderla, no dudaron en hacerlo a la fuerza de balazo, a
punta de cuchillo o simplemente, echándose a vagar por tierra…” (p.30)
Pero
hay un problema en la definición de este actor, que a pesar de ser descrito de
forma ambigua por la prensa y los archivos judiciales, requiere una identidad
histórica, que para el caso de la lectura de este libro es necesaria delimitar.
No son
chilenos en el sentido de una mezcla que surja de la identidad de tal, es decir
que se reconozca como parte de una nación. Por otro lado parece fenotípicamente
un “indio” sin tampoco responder a la descripción étnica de este grupo. Esta
ambigüedad, multicultural, al parecer
es lo que describe de mejor manera al mestizo (p. 31)
El
profesor León subraya, finalmente para delimitar el componente del sujeto en
cuestión, que el criterio que utiliza es
social y no racial por cuanto el elemento definitivo es un cierto rasgo
gregario a la hora de unirse en torno al objetivo de realizar la actividad
reflectaría respecto al orden social de las cosas, por lo tanto tiene un
componente primordialmente histórico por cuanto el desacato a ese orden
responde al proceso de consolidación institucional que aparentemente se
encuentran las ciudades y territorio reincorporados al estado chileno recién
desde la década de 1880. (p. 32)
La
historiografía oficial que responde a las definiciones funcionales de la élite
gobernante pudiera suponer que el mestizo es parte de esa también figura
prototípica creada para identificar al bajo pueblo llamado “roto chileno”, pero
parece que es más justo identificar como parte del cruce entre el chileno y el
mapuche (p. 42)
El
Estado chileno ha dominado el territorio militarmente hasta terminada la guerra
en el norte del país, por lo tanto lo que corresponde desde la lógica
centraliza del gobernante oligarca es poblar el territorio de grupos sociales
que le den una nueva fisonomía y condición étnica a la región y comienza a
incentivar la colonización, en especial de europeos, de las nuevas tierras
pacificadas, proceso de poblamiento que ya se había iniciado en la década de
1850.
Este
proceso significó políticas de asignación de tierras, subsidios y otros
beneficios que atrajeran grupos familiares desde los lejanos países de los que
procedían.
El esfuerzo
público del Estado cayó, sin embargo, en crisis avanzado los años por la
irrupción cada vez más notoria de grupos de bandidos y forajidos que asaltaban
y cometían un sin número de delitos en contra la propiedad y las personas.
El
carácter fronterizo en un sentido geopolítico, pero también ideológico, de la
región del wallmapu, es consistente con la debilidad de la autoridad estatal
para controlar y contener los actos de violencia y de abierta insubordinación
que acontecía en la región. (pp. 42-43)
La
reacción de la prensa escrita, que se orientaba entre el sensacionalismo y la
voz de la élite, es a describir los hechos como parte del proceso de decadencia moral y en definitiva de deterioro del proyecto de modernidad (p. 24) pero sin identificar
con claridad a este sujeto mestizo más que como una entelequia poco clara que
es la sumatoria de todos los males que se describen con detalles en las
crónicas policiales de los periódicos de la región y que finalmente alimentan
la propia construcción de desgobierno y crisis sin identificar claramente ni el
origen ni menos una salida más que la consecución de los hechos.
La
interacción con los otros grupos que participan en esta trama, el mapuche y el
colono –que es chileno y extranjero europeo- es tensa e irrumpe con violencia
descrita de forma casi morbosa por la prensa que sigue los eventos más
sangrientos como si fuera parte de una historia entregada en capítulos.
Pero
el perfil del colono es también diverso y responde a distintos intereses que
van de encontrar genianamente el bien estar en un proyecto que parece mucho
mejor que el de donde provienen, hasta simples aventureros que vienen a probar
suerte en estas tierras.
Entre
ambas orillas muchos proyectos se consolidan en torno al manejo de actividades
agrícolas y prosperan de acuerda a un modelo de desarrollo probado en sus
realidades culturales. Indudablemente la ayuda del estado es fundamental. Por
lo mismo algún grado el descontento de los mestizos y también del mapuche que
en ese contexto no aceptaba que lo que por siempre fue de su pueblo ahora era
asignado a los colonos. (p. 179)
Asaltos,
asesinatos, violaciones, abigeato, incendio eran los hechos más comunes que se
encontraban en las crónicas periodísticas, que junto a las editoriales pedían
soluciones al cuadro de desgobierno. La descripción de los crímenes es
significativa como parte del esfuerzo de los medios para empujar a la autoridad
a tomar medidas de contención.
Pero
también había colonos que rompían con la imagen de víctimas de un fuego cruzado
entre mepuche, mestizo y cuando lo había autoridad. Existen diversos registro
de prensa y judiciales que describen delitos cometidos por estos sujetos que se
descolgaban de sus comunidades “nacionales” y que comenzaron a delinquir.
También
se cuenta de eventos donde son colonos los que simplemente actuaron de forma
mañosa y engañaron al mapuche con tierra o con negocio.
Por
todo lo anterior el cuadro descrito parece oscuro.
El
profesor León reflexionar al final del capítulo respecto de esa oscuridad que
es el contexto de violencia en el wallmapu “[…] la violencia mestiza atrapaba en sus redes a sus víctimas,
transformándolas radicalmente; a pesar de provenir de tierras distantes, pocos
podían escapar de la enorme ifluencia que jugaba sobre sus ánimos la lucha
sorda y subterránea que libraban los mestizos contra el Estado.” (p. 191)
Este
fuego cruzado, en todo caso, no explica del todo el proceso que vivió el
wallmapu una vez terminada la doblegación militar del territorio mapuche.
Al
parecer la misma fuerza que imperó en el periodo, es decir la del más fuerte,
es la que a la vuelta de los años se aplicó para terminar de reducir al mapuche
a las tierras menos productivas, esta vez con la fuerza ya asentada de la
administración y la legislación estatal ya sentada, al menos así lo atestiguan
diversas investigaciones del periodo posterior a que se refiere al estudio
reseñado.
Como
sea, hasta el día de hoy se sigue reclamando por los atropellos cometidos en
todo el siglo XIX y que significó la anexión definitiva de wallmapu a Chile y
la consolidación de ese dominio en el ordenamiento institucional.