Una necesaria excusa
1er. Acto
Son cosas nuestras las que dominan la habitación. Los
libros a medio leer, unas fotografías impresas en papel roneo del viaje que
completamos entremedio de una sorprendente lluvia de verano. También, y destaca
entre el caos infinito de este lugar, sobre el escritorio que usamos
habitualmente para nuestras tareas de invención metafísica, unas páginas
escritas con lápices de distintos colores, acompañan dibujos que de tanto
verlos ya no sorprenden. Sigues siendo furiosamente susceptible a los colores,
a los tonos marcadamente intensos, de esos que están en la base de la
combinación cromáticos: amarillo, azul y rojo.
De todas las palabras y dibujos hay una hoja blanca que
tiene cinco palabras y un bosquejo que hace la veces de un plano, tal vez es el
proyecto de un viaje que haríamos en la próxima temporada, las palabras
escritas son: luna, tiempo, nube, suave y amor.
No entiendo si todo aquello es una invitación a viajar o
un lista de prioridades en tu existencia, de la cual soy un ocasional
observador.
2do. Acto
Hay gestos que no puedo evitar en mi condición.
Desperté deseando la soledad y el silencio. Es una fuerza
destructiva y creadora.
Creo haberte contado las distintas formas que adquieren
en diversos lugares las fuerzas creadoras del caos. Se destruye para construir.
Se termina para ordenar nuevamente. Es un ciclo que no tiene incidencia en la
voluntad de cada sujeto que participa como un mero títere de esas fuerzas.
Todos actuamos en ese escenario: algunos con disciplina,
otros con fuerza y voluntad, muchos con resignación.
Mis gestos asumieron y entendieron esos ciclos.
Después de muchos dolores aprendí a inventar una decena
de posibles soluciones: soledad para estar en paz, compañía para avanzar en múltiples
combinaciones vitales.
3er. Acto
Parezco egoísta, creo que sí lo soy, pero no puedo evitar
sentir agrado en la soledad y el silencio.