Constitución de saber y disputas en el campo de las prácticas políticas. Tres lecturas: Immanuel Wallerstein, Roberto Esposito, Jean-Francois Lyotard
Introducción
Jean-Francois Lyotard[vi][vii] nos propone entender el fenómeno de la constitución
del conocimiento y saber desde la eclosión de la técnica y las transformaciones
que logra en relación con el poder.
Roberto Esposito indaga en el dispositivo “persona”, constructo esencial para
comprender la constitución del saber (como se ha señalado opera en dos niveles:
persona como quien construye conocimiento, como para quien es ese conocimiento).
Problematización
Un saber que se construye desde un método racionalista
(rasgo distintivo de la modernidad) y se valida como ciencia que sirve al hombre
para avanzar en el desarrollo.
Es
un esquema neutro y optimista. Pero la evidencia nos dice que todo aquello es
menos probable, que lo que sucede es que el saber se ampara como unidad que
permite controlar y mejorar las condiciones de los Estados del primer mundo y
las grandes empresas mundiales.
Por otro lado el reclamo ético que propone Wallerstein –las ciencias sociales deben tener un fin en un proyecto utópico- es un llamado de atención al debate que se instala en las formas “inexistentes” para preocuparnos por las saberes locales.
Lyotard nos proporciona la carga de duda en la formulación del conocimiento en la postmodernidad. Los cuestionamientos apuntas a las transformaciones que trae este tiempo en relación al soporte y el sentido del conocimiento con respecto a la estructura postindustrial.
Finalmente en Esposito se puede cuajar estas dos perspectivas para dudar de los artefactos de control. Si el saber no es neutro (tiene una carga valorativa en esa definición) y está profundamente determinada en las transformaciones, cuáles serán las nuevos modos que adquirirá el contención, control y represión de la disidencia, en especial en contra del cuerpo de la persona en un tiempo de fuertes cuestionamientos al orden social y político.
Las lecturas que se realizan en este informe tienen
por objeto complementar la visión sobre distintas tensiones que se dan entre las
categorías de conocimiento, ciencias sociales, y persona -esta última en su
condición de creador de conocimiento y objeto de estudio.
Estos
constructos se han visto forzados en el debate que se ha dado en las últimas
décadas, por los efectos de las contradicciones que significa hablar de constitución
de conocimiento cuestionando el sentido útil que tiene ese acervo, y aquellos
que incentivan y apoyan temas y tendencias académicas. Los gobiernos y las empresas
trasnacionales -que en muchos casos tienen mayor capital financiero que algunos
estados del tercer mundo-, incentivan y propician la elaboración de
investigación en ciencias duras y ciencias sociales -dos categorías que también
provocan debates sobre su pertinencia, y que aparentemente quieren decir
ciencias duras como aquellos saberes no vinculados a las conductas humanas- orientadas
a la prospección y explotación de materias primas y luego a conocer las
condiciones de existencia de las poblaciones que rodean las concentraciones de
recursos naturales que sirve en los procesos productivos del primer mundo.
Una
referencia de este esfuerzo puede ser los aportes económicos que realiza la
cancillería alemana en América Latina en el área de los derechos humanos y las
disciplina sociales y que implica la posibilidad de tener influencia en estas
áreas previo a reconocer sus intereses en negocios en la región[i].
Todas
estas cuestiones son las que pueden ser entendidas en la reflexión sobre los tópicos
que se señalan y que están a nivel ontológico, si se quiere, y es la base para
la construcción de relaciones entre el poder y el saber de manera mucho más
claras (cosa siempre difícil a la hora de valorar la dirección de la
investigación social).
Los textos que se ofrecen son:
·
Immanuel
Wallerstein: de “Conocer el mundo, saber el mundo. El fin de lo aprehendido” el
apartado 14 “La ciencia social y la búsqueda de una sociedad justa”;
·
Roberto Esposito:
de “Tercera Persona” capitulo 2 “Persona, hombre, cosa”;
·
Jean-Francois
Lyotard: de “La condición Postmoderna” capítulos 1, 2 y 3.
Tesis de los autores
Immanuel Wallerstein realiza un recorrido por los principales hitos
paradigmáticos de la construcción del conocimiento[ii]. La constitución
de conocimiento y sistematización de saber[iii] ha estado
determinada en la historia humana por etapas marcadas por hegemonías
ideológicas. Mientras en la antigüedad el conocimiento y saber se lograba
sustentado en un pensamiento mágico o teológico, desde la ilustración se
desarrolla un predominio del filósofo, que es una especie de figura que
reemplaza al teólogo en la validación, hasta la modernidad en que es el
metodólogo es quien tiene la responsabilidad de la legitimización del
conocimiento y su sistematización.
Pero
este esquema propone un elemento adicional que es central en la concepción del
autor “(…) el saber siempre será una búsqueda, nunca un punto de llegada (…)”[iv].
Wallerstein propone reinstalar una de las grandes escisiones que se produjo
desde el conocimiento pre-moderno, un ethos que hace referencia al hacer
construcción de saber en una perspectiva axiológica “(…) buscar una ética, unir
objeto y objetivo (…)”[v] en miras
de una utopía. Esta idea es pertinente teniendo presente las profundas
contradicciones –antinomias- que se produce a la hora de comprobar el objetivo
del conocimiento y que es el control de la población y mejorar procesos
productivos en el capitalismo neoliberal.
“El
saber cambia de estatuto al mismo tiempo que las sociedades entran en la edad
llamada postindustrial (…)”[viii] Esta
idea quiere referir, primero que nada, que estamos en una nueva etapa de
relaciones productivas y que el pensamiento -la constitución de conocimiento y
saber- también cambian de forma radical – una radicalidad distintiva en la
revolución tecnológica-. Culturalmente esta etapa se denomina postmodernidad.
Pero
el camino que hay entre el impulso de conocer y constituirse en saber al cumplimiento
de una legitimidad determinada por los validadores metodológicos es la misma
que ha determinado desde el advenimiento de la modernidad, es decir, en esta
etapa el rasgo distintivo es la racionalidad puesta en perspectiva de
constituir conocimiento y saber, la postmodernidad le da un impulso
vertiginoso.
Lo
que cambia es la concentración y valoración del acervo –valor de cambio- del
conocimiento y saber.
Otro
mecanismo que se ratifica como propia de la constitución del conocimiento (y
que de alguna manera se mantiene desde la modernidad) es el lenguaje que
refiere a método. Lo que caracteriza a la postmodernidad es el alto grado de
complejidad que adquieren los códigos de comunicación y lingüísticos. Lo que se
dice de algo, en especial cuando se habla de conocimiento debe ser
permanentemente puesto de cuestión.
Persona
es un concepto central en la validación de las ciencias sociales, le da sentido
y sustento.
El
problema es que al igual que otros constructos como “conocimiento”, “sujeto”,
“ciencia”, “ética”, están en tensión por las contradicciones en que se
encuentran al momento de enfrentarlas al poder.
En
“Persona, hombre, cosa” desarma las distintas formas en las que se esconden
nociones útiles para el poder político, por ejemplo, al estandarizar un
instrumento como es la “Declaración Universal de Derechos Humanos”[ix]. Pero su uso como un concepto que pierde
sentido y fuerza en vista de las vulneraciones de su estatuto. La naturaleza de
la noción “persona” muta desde su origen romano (máscara es representación
externa a los atributos del sujeto que se despliega en “privado” y lo “público”
es donde se despliega la “persona”); en la racionalidad burguesa-liberal
“persona” adquiere un sentido de inicio y fin de los esfuerzos de la sociedad
fundada en el “bien común”, se hace
posible en la medida que existe un orden que le asegure a esta entelequia un
repertorio de derechos activos y potenciales.
Pero la modernidad también
contiene experiencias radicales que llevaron a suponer que la máscara-persona
podía ser movida y degradada en cosa (res)
y que la lógica tánatopolitica el nacional socialismo permitió eliminar a no
personas.
El código civil chileno de profunda influencia
napoleónica, vigente desde 1856 platea una definición de persona que dice: “Art. 55. Son personas todos los individuos
de la especie humana, cualquiera que sea su edad, sexo, estirpe o condición”
Esta
definición tiene un rango excepcional en el orden jurídico. Es la matriz desde
donde se mueven todas las referencias que fuerzan otros ámbitos como por
ejemplo el derecho penal.
Cuando
un agente del estado levanta un bastón retráctil y golpea a una persona –en su forma
“ciudadano”- está colocando en práctica toda la estructura de contención y
control que se basa en un saber (pretendidamente científico) o al menos en una
técnica que contiene dos niveles. Primero una proporcionalidad en la fuerza
para disuadir a quien manifiesta alguna disconformidad con el orden político;
segundo nivel es un procedimiento normado en el orden jurídico positivo. Acá se
debe señalar la doctrina que legitima la fuerza y la violencia de manera
exclusiva en el Estado.
La
pretensión de racionalidad se funda desde el momento en que se pretendió civilizar esa violencia, en cuyo caso el primer ejemplo
es el esfuerzo
del cirujano francés Joseph Ignace Guillotin en los albores de
la revolución francesa.
Desprendiendo
de la noción de “persona” enunciada en el código civil se puede justificar las
penas de muerte en el código de justicia militar (vigente es estado de guerra)
hasta la supresión del aborto terapéutico en el caso de la mujer que esté en
peligro su vida en “favor” de la persona que está por nacer.
Queda
enunciada la calidad y condición flexible que adquiere “persona” y que en sus
distintos modos se constituyen en las lecturas.
Si
aceptamos que el saber –científico- no es neutro (sirve a un orden con una
valoración clara: capitalismo neoliberal) y está en transformación profunda en
la postmodernidad ¿cómo debemos entender las nuevas formas que adquiere la
contención, control y represión de la disidencia?
El
funcionario estatal que levanta su bastón retráctil en contra el disidente se
hace cargo de toda la carga de símbolos biopolíticos que ese gesto
contiene.
Síntesis
Por otro lado el reclamo ético que propone Wallerstein –las ciencias sociales deben tener un fin en un proyecto utópico- es un llamado de atención al debate que se instala en las formas “inexistentes” para preocuparnos por las saberes locales.
Lyotard nos proporciona la carga de duda en la formulación del conocimiento en la postmodernidad. Los cuestionamientos apuntas a las transformaciones que trae este tiempo en relación al soporte y el sentido del conocimiento con respecto a la estructura postindustrial.
Finalmente en Esposito se puede cuajar estas dos perspectivas para dudar de los artefactos de control. Si el saber no es neutro (tiene una carga valorativa en esa definición) y está profundamente determinada en las transformaciones, cuáles serán las nuevos modos que adquirirá el contención, control y represión de la disidencia, en especial en contra del cuerpo de la persona en un tiempo de fuertes cuestionamientos al orden social y político.
[i]
“Europa necesita más integración” Dr. Guido
Westerwelle (Ministro de Relaciones Exteriores de la República Federal de
Alemania) El Mercurio, cuerpo A2, Jueves 8 de diciembre de 2011
[ii] Immanuel Wallerstein: de “Conocer el mundo, saber el
mundo. El fin de lo aprehendido”, apartado 14 “La ciencia social y la búsqueda
de una sociedad justa”
[iii] Conocimiento y saber a pesar de ser usado como
sinónimos tiene sentidos distintos y que en el sistema conceptual de Foucault
se distingue como categorías, siendo la primera la que se vincula con el sujeto
en que constituye el acervo conceptual; en caso de Saber es el sistema de
referencias que podría se validadas pero no son ciencia. Hablamos acá de
niveles que se requieren uno de otro. La entrada “Saber” en “Diccionario Foucault” Edgardo Casto,
Siglo Veintiuno editores, Buenos Aires, 2011; entrada “Sujeto del conocimiento”
en “Michel Foucault. Glosario
Epistemológico” Sergio Albano, Grupo Editorial Montressor, Buenos Aires,
2007.
[iv]Wallerstein: de “La ciencia social y la búsqueda de
una sociedad justa”, página 244
[v]
Idem, página 246
[vi]
Se ha propuesto un orden que va desde la
problematización ética en una perspectiva histórica de Wallerstein, a las
complejidades del debate postmodernos de Lyotard y Esposito.
[vii]
Jean-Francois Lyotard: de “La condición
Postmoderna” capítulos 1, 2 y 3
[viii]
Lyotard “La condición Postmoderna” página 13
[ix]
Promulgada el 10 de diciembre de 1948 por la Asamblea General de la Naciones
Unidas, ha sido definida por la doctrina del derecho internacional público como
un paso decisivo en el reconocimiento de la dignidad humana. Pero igualmente ha
sido muy criticada por el sesgo etnocéntrico o por motivos geopolíticos que
muchas veces se esgrimen por las grandes potencias.