Sobre "Esperando a Godot"
Tierra baldía, es una
imagen que dice muchas cosas, de hecho es probable que esté incorporada en una
especie de repertorio arquetípico en el subconsciente humano: la expulsión del
paraíso, la creación del tiempo y el cosmos por los Titanes, la destrucción de
Mitra en los mitos del oriente. Todas imágenes asociadas al castigo,
representaciones que se suman, en nuestra modernidad hiper-digital con
fotogramas y filmes que han mostrado los horrores de la destrucción de la
guerra.
Esa
imagen es la que muestra la primera aproximación de la obra de Samuel Barclay Beckett “Esperando a Godot”
y que en la adaptación del Teatro Nacional no se escatiman en marcar este rasgo
ambiental que acompaña las dos horas de la obra presentada.
Es una tierra vacía que sostiene a personajes que
están llenos de gamas grises de la naturaleza humana, no hay brillo, tal vez
solamente en la luna pesada de la noche que marca el límite de lo real y lo
imaginario de la existencia.
El
abordaje de los tópicos aparecen logrados, sin conocer a profundidad la obra
del dramaturgo irlandés. Debo admitir una extraña familiaridad con el ambiente,
suponiendo que sean temas tan arraigado en la psiquis humana, la representación
de un espacio donde cinco personajes repiten con tedio dos cuadros simulando la
estructura heracliana (dos veces en el mismo páramo) …