Tiempo de esperanzas

¿La esperanza te mueve o la buscas?... nos brota de la piel, solamente la detiene el pudor, un poco, nos damos cuenta que debemos perder el respeto de las convenciones y aullar fuerte, que nos escuchen, que la esperanza va en niestra frente.
Una noche, como tantas noches te recoges a la luz de la fogata.
Una mañana marchas por la alameda.
Una tarde gritas fuerte, indignado, justicia.

Estamos en una disyuntiva única y sospechosamente estrecha, acaso en otras ocasiones de la historia nos hemos enfrentando a la codicia, la indiferencia y la desidia de la elite. La autoridad y el séquito de aduladores del poder esperan, apuestan seguros, que todo esto ya acabó. Fue un estornudo de una gripe que con el antídoto –garrote y circo- volverá a ser lo que fue, sin molestias que distraigan el progreso bicentenario.
No, esto no puede acabar, es futuro lo que nos jugamos, la posibilidad del cambio real y formidable, el sueño de un país mejor. Estamos a mitad del camino.
A principios de la década de los noventa, fui testigo consciente y activo de aquel tiempo, todo se concertó no para avanzar en la democracia, comprometida después de años de sacrificio, avanzó la mentira y la traición. Todos creíamos en un lugar mejor y lo que nos dieron fue negociación y justicia limitada por los intereses mezquinos.
Hoy todo parece distinto, son otros los que descreen, una generación nueva y valerosa que irrumpe como un tornado, desordenándolo en un bello caos que es lejos mucho mejor que la miope realidad que nos impusieron con mentira y traición.
Soy optimista.
Para no ser de los que se callan, para dar testimonio… para dejar al menos un recuerdo de la injusticia y la violencia que se les habían inflingido, y para decir sencillamente lo que se aprende en medio de las calamidades: que hay en los hombres más cosas que admirar que cosas que despreciar” Albert Camus en La Peste

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